Aunque 500 euros/dólares pueden parecer muchos, resulta que Microsoft apenas gana unos miserables dólares con cada Xbox One vendida. Y el cuento es similar para Sony que también vende su PlayStation 4 por un precio cercano al de coste.
Según IHS, que ha calculado el coste de fabricación de ambas consolas, la Xbox One cuesta, sólo en piezas, unos 471 dólares. Si su precio de venta es de 499, basta una sencilla resta para vez que apenas gana 28 dólares con cada unidad. El procesador es una de los aspectos más caros y cada mando vienen siendo unos 15 dólares.
En el lado PlayStation las cuentas son similares: 381 dólares de coste, apenas 18 menos que el precio de venta final al público situado en 399 y 90 dólares menos que su rival la Xbox One. El procesador y la memoria gráfica DRAM suponen por si solos 188$ lo que supone más de la mitad de los costes de producción de la consola, mucho más del 29% que significaban en la PS3. Kinect, el sensor de movimiento incluido en la Xbox One, resulta ser el gasto clave de esta diferencia ya que supone unos 75 dólares extra.
Esta práctica es habitual en el mundo de las videoconsolas. Ya ocurrió con la anterior generación de PS3 y Xbox 360, y probablemente ocurra en el futuro si es que se siguen fabricando. En cualquier caso, este precio de coste se irá reduciendo con el tiempo y permitirá a ambas empresas aumentar el margen de beneficios así como rebajar el precio, pero no será en un futuro cercano.
El truco es que el modelo de negocio, como en las impresoras, no es el propio dispositivo sino los ‘consumibles’ en este caso los videojuegos cuyos precios se mueven entre los 65 y 70 € para los lanzamientos más interesantes.
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